A la hora de analizar los grandes problemas a los que se enfrenta la gestión de la movilidad en el ámbito urbano, nos viene a la cabeza inevitablemente la congestión, el empeoramiento de la calidad del aire, el control del nivel de emisiones de C02, NOx y otros gases perjudiciales para la salud y nuestro entorno. También la necesidad, a veces excesivamente urgente e incluso precipitada, de facilitar a los ciclistas la circulación por la ciudad a cualquier precio, incluso el de su propia seguridad. Nuevos sistemas para compartir vehículo o promover modos de transporte con bajo impacto en el medio ambiente –como el vehículo eléctrico-, junto con el fomento del transporte público, están en el centro de la gestión política. Sin embargo, el entorno urbano se enfrenta a otro reto de enormes consecuencias al que no se está prestando la atención que merece: el aumento de la accidentalidad y sus consecuencias.
Según los últimos datos disponibles, que hacen referencia al año 2016, las vías urbanas registraron un total de 64.641 accidentes con víctimas, en los cuales fallecieron 519 personas (el 29% del total), 4.705 resultaron heridas con hospitalización y 79.256 heridas no hospitalizadas; estas cifras suponen un leve aumento respecto al año anterior(a). En particular, dentro de las vías urbanas, las travesías presentan los mayores índices de gravedad de los accidentes.
Peatones, ciclistas y usuarios de ciclomotor y motocicleta están en el centro de este problema; entre los usuarios vulnerables fallecidos, el 65% de los peatones, el 74% de los ciclistas y el 32% de los usuarios de motocicleta fueron consecuencia de un accidente en vías urbanas.
El caso de España no es aislado, en otras ciudades europeas se reproducen escenarios similares y en los países de la Región de América Latina y el Caribe, por ejemplo, la situación es aún más grave: se estima que el 50% de los fallecimientos como consecuencia del tráfico se registra en entornos urbanos(b).
Más allá del recuento dramático de cifras, éstas ponen de manifiesto la necesidad de actuar en planes específicos de seguridad vial urbana, orientados a los usuarios que más sufren las consecuencias de la complicada gestión de la movilidad en un espacio de coexistencia de usuarios de diferentes características, circulando a velocidades muy distintas y con una gran heterogeneidad en cuanto a su vulnerabilidad.
Campañas específicas para mejorar la concienciación hacia los usuarios más vulnerables, mayor control del cumplimiento de las normas, generación de espacios seguros para la coexistencia de usuarios de todo tipo (segregación de tráficos), sin olvidar las inversiones necesarias en mantenimiento y mejora de la red, así como la implementación de sistemas inteligentes de transporte, son algunas de las acciones que deberían implantarse o intensificarse cuanto antes; y de manera adaptada a la tipología de cada entorno urbano, desde los pequeños municipios a las grandes ciudades. Los planes de movilidad urbana sostenible deben priorizar los criterios para la mejora de la seguridad vial, de manera que den respuesta a esta preocupante situación.
Además, recientemente se anunciaba que el gasto mundial en tecnologías para el progreso de las Smart Cities superará los 66.000 millones de euros en 2018 en el mundo, aumentando progresivamente hasta los 112.000 millones de euros en el año 2021(c).
Sin ninguna duda, la reducción del número de fallecidos y heridos en las ciudades debe ser una prioridad de todas las políticas urbanas. ¿Qué hay más Smart que proteger la vida de los ciudadanos? No tenemos tiempo que perder.
When analyzing the great problems that mobility management faces in urban areas, congestion, the worsening of the air quality, control of the level of C02, NOx emissions and other gases harmful to our health and our environment inevitably comes to our minds. Also the need, sometimes excessively urgent and even rushed, to make it easier for cyclists to move around the city at any cost, including their own safety. New systems for sharing vehicles or promoting modes of transport with low impact on the environment - such as electric vehicles -, together with the promotion of public transport, are at the center of political management. However, the urban areas face another challenge with enormous consequences that is not being given the attention it deserves: the increase in accidents and their consequences.
According to the latest available data, which refer to 2016, urban roads registered a total of 64,641 accidents with victims, in which 519 people died (29% of the total), 4,705 were injured with hospitalization and 79,256 non-hospitalized injuries; these figures represent a slight increase over the previous year(a). In particular, within urban roads, cross-town links have the highest severity accident rates. Pedestrians, cyclists, and moped and motorcycle users are at the heart of this problem; Among the killed vulnerable users, 65% of pedestrians, 74% of cyclists and 32% of motorcycle users were the result of an accident on urban roads.
The case of Spain is not isolated, similar situations occur in other European cities and in the countries of the Latin American and Caribbean Region, for example, the situation is even more serious: it is estimated that 50% of deaths as consequence of traffic occur in urban settings(b). Beyond the dramatic count of figures, these highlight the need to act on specific urban road safety plans, aimed at users who suffer the most from the complicated management of mobility in a space of coexistence of users with different characteristics, circulating at very different speeds and with great heterogeneity in terms of vulnerability.
Specific campaigns to improve awareness among the most vulnerable users, greater control of compliance with regulations, generation of safe spaces for the coexistence of users of all kinds (traffic segregation), without forgetting the necessary investments in network maintenance and improvement, as well as the implementation of intelligent transport systems, are some of the actions that should be implemented or intensified as soon as possible; and in a way adapted to the typology of each urban environment, from small municipalities to large cities. Sustainable urban mobility plans must prioritize criteria for improving road safety, so that they respond to this worrying situation.
In addition, it was recently announced that global spending on technologies for the progress of Smart Cities will exceed 66,000 million euros in 2018 in the world, progressively increasing to 112,000 million euros in 2021(c).
Without a doubt, reducing the number of deaths and injuries in cities must be a priority of all urban policies. What is Smarter than protecting the lives of citizens? There is no time to lose.