Editorial Digital 2025

 

Carreteras y catástrofes. Infraestructuras críticas para un país más resiliente

 

Roads and catastrophes. Critical infrastructures for a more resilient country

Las catástrofes naturales y los fenómenos extremos son cada vez más frecuentes y virulentos en nuestro país. Las DANA que en los últimos años han golpeado con fuerza Madrid y Valencia, los incendios de tercera generación que arrasan miles de hectáreas cada verano, la erupción del volcán de La Palma, la histórica nevada de Filomena o el devastador terremoto de Lorca son solo algunos ejemplos de un catálogo de emergencias que ponen a prueba nuestra capacidad de respuesta como sociedad.

En todas ellas, un denominador común se impone: las carreteras son la primera línea de defensa y la columna vertebral de la gestión de la emergencia. Son las que permiten evacuar a la población en riesgo, garantizar el acceso de los equipos de rescate y extinción, restablecer el suministro de bienes básicos y, en definitiva, sostener la cadena de auxilio y recuperación. No hay logística sin carreteras; no hay seguridad ciudadana sin una red viaria operativa.

Su papel ha sido decisivo en los grandes incendios forestales que, en su evolución hacia fenómenos de tercera generación, plantean desafíos inéditos: velocidad de propagación, simultaneidad y efectos sobre entornos urbanos. En este contexto, las carreteras no solo son corredores de acceso, sino también auténticos cortafuegos que limitan la expansión del fuego y sirven de base para la estrategia de los equipos de extinción.

El sector viario, integrado por empresas especializadas en conservación, construcción, ingeniería y servicios, ha demostrado una capacidad ejemplar de reacción. En La Palma, en apenas unas semanas tras el avance de la lava, se habilitaron trazados alternativos que devolvieron a la población la conexión con el resto de la isla. Durante Filomena, las brigadas de conservación trabajaron sin descanso para reabrir vías bloqueadas, conscientes de que cada hora contaba para el abastecimiento de alimentos y medicamentos. Esa capacidad de movilización y adaptación rápida es también un activo estratégico del país.

Pero no podemos quedarnos en la respuesta: es imprescindible trabajar en la prevención y la resiliencia. El cambio climático multiplica la vulnerabilidad de nuestras infraestructuras viarias, expuestas a lluvias torrenciales, olas de calor, heladas y deslizamientos de terreno. Ante esta realidad, las administraciones —el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, las Comunidades Autónomas y las Diputaciones Provinciales— están dando pasos firmes: planes de respuesta más ambiciosos, incorporación de tecnologías de monitorización en tiempo real, materiales innovadores con mayor resistencia, protocolos de gestión adaptativa y, sobre todo, una planificación estratégica orientada a reducir riesgos y garantizar la continuidad del servicio.

Invertir en carreteras es, por tanto, invertir en seguridad, en cohesión territorial y en capacidad de respuesta frente a crisis presentes y futuras. La sociedad necesita redes viarias preparadas para lo inesperado, empresas con experiencia y medios técnicos, y una gobernanza pública que asuma riesgos destinados a protegernos de peligros incipientes y difícilmente controlables.

Carreteras resilientes nos convierten en un país resiliente.

 

Natural disasters and extreme weather events are becoming increasingly frequent and severe in our country. The DANA storms that have recently struck Madrid and Valencia, the third-generation wildfires that devastate thousands of hectares every summer, the eruption of the La Palma volcano, the historic Filomena snowstorm, or the devastating Lorca earthquake are just some examples from a catalogue of emergencies that put our capacity to respond as a society to the test.

In all these situations, a common denominator emerges: roads are the first line of defense and the backbone of emergency management. They enable the evacuation of people at risk, ensure access for rescue and firefighting teams, restore the supply of essential goods, and ultimately sustain the entire chain of aid and recovery. There is no logistics without roads; there is no public safety without an operational road network.

Their role has been decisive in major forest fires which, as they evolve into third-generation phenomena, pose unprecedented challenges: speed of spread, simultaneity, and impact on urban areas. In this context, roads are not only access corridors but also genuine firebreaks that limit the expansion of flames and serve as a base for firefighting strategies.

The road sector—comprising companies specialized in maintenance, construction, engineering, and services—has demonstrated exemplary responsiveness. On La Palma, within just a few weeks after the lava flow, alternative routes were established to reconnect residents with the rest of the island. During Filomena, maintenance crews worked tirelessly to reopen blocked roads, aware that every hour was crucial to ensuring the supply of food and medicine. This ability to mobilize and adapt quickly is, in itself, a strategic asset for the country.

However, response alone is not enough: we must also work on prevention and resilience. Climate change increases the vulnerability of our road infrastructures, exposing them to torrential rains, heat waves, frost, and landslides. Faced with this reality, public administrations—the Ministry of Transport and Sustainable Mobility, the Autonomous Communities, and the Provincial Councils—are taking firm steps: more ambitious response plans, incorporation of real-time monitoring technologies, innovative and more resistant materials, adaptive management protocols, and, above all, strategic planning aimed at reducing risks and ensuring service continuity.

Investing in roads therefore means investing in safety, territorial cohesion, and the ability to respond to present and future crises. Society needs road networks prepared for the unexpected, companies with experience and technical resources, and public governance willing to take on the necessary risks to protect us from emerging and increasingly uncontrollable threats.

Resilient roads make us a resilient country.

Tiempo de lectura: < 1 minuto