Manejar los tiempos
Handling timelines
En los últimos años se aprecia una cierta rapidez en el ámbito de las novedades en la movilidad urbana: tanto para la irrupción de nuevas formas de transporte (por ejemplo, los sistemas de bicicleta pública o los patinetes), como para la creación de espacios de innovación en movilidad o la implantación de zonas de bajas emisiones, entre otras.
Algunas de estas medidas, quizá debido, precisamente, a su rápida implantación, se ven con posterioridad inmersas en un proceso de prueba y error, de manera que es preciso retocar su planteamiento inicial a fin de hacerlo compatible con una movilidad segura y sostenible para otros usuarios (es el caso de la reciente “racionalización” en la oferta de los sistemas de movilidad personal en ciudades como Madrid).
A pesar de esto, la posibilidad de implantar nuevas soluciones con cierta celeridad se percibe como algo positivo tanto para la ciudadanía como para los sectores público y privado y los centros de investigación, aunque no está exenta de riesgo y va, inevitablemente, ligada a aceptar tanto el posible error como el éxito. Valentía, al fin y al cabo, para buscar soluciones a los retos de la movilidad en un espacio acotado, pero con multitud de grados de libertad, como es el ecosistema urbano.
En el ámbito interurbano, la situación ha sido bien diferente: cualquier cambio supone, o suponía hasta hace poco, en honor a la verdad, dilatados plazos para su estudio, desarrollo, revisión, revisión de la revisión, incorporación de nuevos criterios, implantación, valoración, etc. Numerosas instrucciones técnicas llevan más de una década gestándose, en desarrollo y revisión, y esperando una puesta de largo que nunca llega. Por no mencionar nuevos procedimientos de trabajo para la utilización de materiales más sostenibles, cuya generalización se dilata en el tiempo. O soluciones innovadoras que, aun habiendo mostrado buenos resultados en la resolución de problemas concretos, están todavía en fase de pruebas, ralentizando su implantación en otras regiones.
Y decimos que ha sido así hasta hace poco porque, siendo honestos, se observa últimamente una mayor velocidad de reacción en el ámbito interurbano que se percibe de manera muy positiva. Prueba de ello es la orden circular para tramitar la excepcionalidad normativa que permita impulsar la investigación, el desarrollo y la innovación tecnológica en carreteras, publicada en el año 2022 y que supone el marco necesario para acelerar estos procesos. Y también los diez retos de la compra pública de innovación en carreteras, de los que esperamos los primeros resultados próximamente. O la información de Big Data (de telefonía móvil o de vehículos conectados) e inteligencia artificial, que se utiliza ya en el ámbito de las carreteras y la movilidad para múltiples funciones. Por no mencionar el proyecto piloto que la Junta de Andalucía, a través de la Delegación Territorial de Fomento, ha puesto en marcha en Cádiz, “pintando” una línea roja de cuatro kilómetros en la A-355, a su paso por Coín hacia Marbella, para remarcar la prohibición de adelantar en el tramo y propiciar la reducción de velocidad.
No decimos que sea fácil. Manejar los múltiples factores que intervienen en la movilidad, con el fantasma de la responsabilidad respecto al impacto de lo que puede ocurrir si algo falla, requiere de una enorme valentía. Pero manejar los tiempos, como reza el título de este editorial, es una necesidad para dar respuesta a los retos y acompañar, desde el sector público, a la investigación y al sector privado en la búsqueda de soluciones a los desafíos de la movilidad.
In recent years, there has been a noticeable speed in the emergence of innovations in urban mobility: from the introduction of new forms of transportation (such as public bicycle systems or scooters) to the creation of mobility innovation spaces and the implementation of low-emission zones, among others. Some of these measures, perhaps due to their rapid implementation, are later subjected to a trial-and-error process, requiring adjustments to their initial approach to ensure they are compatible with safe and sustainable mobility for other users (as seen in the recent "rationalization" of personal mobility systems in cities like Madrid).
Despite this, the ability to quickly implement new solutions is viewed positively by the public, as well as by public and private sectors and research centers, even though it comes with risks and is inevitably linked to accepting both potential failures and successes. It takes courage, after all, to seek solutions to mobility challenges in a limited space with a multitude of variables, like the urban ecosystem.
In the interurban domain, the situation has been quite different: any change, or at least until recently, required extensive periods for study, development, review, re-review, integration of new criteria, implementation, and evaluation. Numerous technical instructions have been under development and revision for over a decade, awaiting full deployment that never seems to arrive. Not to mention new work procedures for using more sustainable materials, whose widespread adoption is continually delayed. Or innovative solutions that, despite showing promising results for specific problems, remain in the testing phase, slowing their rollout to other regions.
We say this has been the case until recently because, to be fair, a quicker response in the interurban sphere has become evident and is seen very positively. Proof of this is the regulation issued in 2022 to expedite regulatory exceptions, facilitating research, development, and technological innovation on roads — providing the necessary framework to speed up these processes. Also notable are the ten challenges of public procurement for road innovation, from which we expect to see initial results soon. Big Data (from mobile telephony or connected vehicles) and artificial intelligence are already being used in the road and mobility sectors for multiple purposes. Additionally, there is the pilot project launched by the Regional Government of Andalusia, through the Territorial Delegation of Development in Cádiz, which painted a four-kilometer red line on the A-355, from Coín to Marbella, to highlight the no-overtaking zone and encourage speed reduction.
We acknowledge it is not easy. Managing the many factors that influence mobility, with the looming concern of responsibility for the potential impact if something fails, demands immense bravery. But managing timelines, as the title of this editorial suggests, is essential to address these challenges and support research and the private sector in finding solutions to mobility challenges from the public sector.



