El sociólogo y economista americano Jeremy Rifkin (Denver, 1943) apuntaba en una reciente entrevista que, a su juicio, los tres factores que han convergido en todos los grandes cambios de la Historia de la Humanidad son: nuevas tecnologías para la comunicación, nuevas fuentes de energía e innovaciones en el transporte. ”La segunda revolución industrial nació en USA de la mano de la electricidad, el teléfono, la televisión y el petróleo barato de Texas. Henry Ford puso a todo el mundo en la carretera”, sentenciaba.
En los últimos veinte años y como consecuencia de la vertiginosa irrupción del fenómeno de la digitalización, nuestra sociedad está sufriendo un proceso de transformación sin precedentes que ha afectado, fundamentalmente, a la manera de relacionarnos con el entorno, la forma en que nos comunicamos y cómo interactuamos con nuestros semejantes.
En este contexto, se abren paso nuevas tendencias en materia de movilidad que se sustentan sobre cuatro pilares básicos: conectividad, automatización, sostenibilidad y seguridad. Y es que el futuro nos pone delante asombrosos retos en lo que atañe a la forma en que nos desplazaremos en un horizonte ya cercano, retos que resultan prioritarios, no sólo por su implicación en la vida cotidiana, sino también por su impactante repercusión en la economía de metrópolis, regiones y países.
La actividad del transporte se desarrolla en un entorno en constante cambio: fuerte crecimiento demográfico en áreas urbanas, modificaciones de la pirámide poblacional, movimientos migratorios, búsqueda de nuevos combustibles ante el previsible agotamiento de los tradicionales, necesidad de actuar contra el cambio climático, exigencias de descarbonización, demanda de los máximos niveles de calidad y seguridad, prestación de nuevos servicios, inmediatez de respuesta, etc.
Bajo estas premisas, la movilidad urbana e interurbana por carretera son hoy dos de los grandes campos para la innovación y la generación de nuevos servicios dirigidos a la creación de entornos más saludables, seguros y sostenibles, impulsores de empleo y riqueza. MaaS (Mobility as a Service) y la plataforma que lo provee no dejan de ser la plasmación clara de esta disrupción imparable.
Las tres grandes tendencias en este sentido llegan de la mano de la automatización de los vehículos, su electrificación y el desarrollo de productos vinculados a la prestación de servicios de movilidad. Campos en los que fabricantes de automóviles y componentes, junto a empresas tecnológicas, están sentado las bases del futuro inmediato.
Bases fraguadas al margen del sector de la carretera, sin la más mínima participación de la infraestructura, que ni es preguntada ni es tenida en consideración. Pareciera que de ella solo se espere que esté ahí… y que no moleste.
Sería oportuno preguntarse (caso de estar a tiempo) si los desarrollos en los que se encuentra inmerso el sector (pavimentos que se reparan automáticamente; señales de tráfico con sistemas de auto-limpieza; nanomateriales activos para la reducción de gases de combustión o para duplicar la vida útil del pavimento; carreteras que absorben NOx y generan energía que sirve de carga a los vehículos eléctricos…, por citar algunos) están alineados con las expectativas que los sectores más innovadores tienen puestas en las infraestructuras viarias; o si estamos preparados para favorecer los nuevos servicios que a buen seguro modificarán por completo la forma de desplazarnos en superficie.
No es aventurado afirmar que la manera en que nos movemos, personas y bienes, se halla inmersa en un profundo proceso de reformulación. Pero hasta el momento, ese proceso se ha definido al margen de la Industria de la Carretera, cuyo modus operandi, que quizá peque de excesivo cortoplacismo en cuanto a la búsqueda de rentabilidad inmediata, limita en cierto grado su implicación plena en este discurrir hacia el futuro.
Las carreteras no han sido parte activa ni de las grandes ni de las pequeñas revoluciones ya consolidadas. Ni parece que vayan a participar en las que están por venir aunque empiezan a surgir iniciativas –como el Laboratorio de Ideas de la Carretera- que miran en esa dirección.
El sector viario no ha estado, pero ¿acaso se le espera?
American sociologist and economist Jeremy Rifkin (Denver, 1943) pointed out in a recent interview that, in his opinion, the three factors that have converged in all the great changes in the History of Humanity are: new technologies for communication, new energy sources and transport innovations. "The second industrial revolution was born in the USA hand in hand with electricity, telephone, television and cheap oil from Texas. Henry Ford put everyone on the road”, he sentenced.
In the last twenty years and as a consequence of the vertiginous irruption of the phenomenon of digitalization, our society is undergoing an unprecedented process of transformation that has fundamentally affected the way we relate to the environment, the way we communicate and how we interact with our fellows.
In this context, new trends are arising in the field of mobility, based on four basic pillars: connectivity, automatization, sustainability and safety. The future presents to us with amazing challenges in terms of how we will move in a close horizon, challenges that are a priority, not only because of their involvement in everyday life, but also for its shocking impact on the economy of metropolis, regions and countries.
Transport activity takes place in a constantly changing environment: strong demographic growth in urban areas, modifications of the population pyramid, migratory movements, search for new fuels in the face of the most likely exhaustion of the traditional ones, the need to act against climate change, decarbonization requirements, demand for maximum levels of quality and safety, provision of new services, immediacy response, etc.
Under these premises, urban and interurban road mobility are today two of the great fields for innovation and the generation of new services aimed at creating more healthy, safe and sustainable environments drivers of employment and wealth. MaaS (Mobility as a Service) and the platform that provides it are the clear expression of this unstoppable disruption.
The three major trends in this regard come from the hand of the automatization of vehicles, their electrification and the development of products linked to the provision of mobility services. Fields in which the car and components manufacturers, along with technological companies, are laying the foundations of the immediate future.
Bases forged outside the road sector, without the most minimal participation of road infrastructure, which is neither questioned nor is taken into consideration. It seems that it is only expected for it to be there ... and do not disturb.
It would be appropriate to ask (in case of being on time) if the developments in which the sector is immersed (pavements that are automatically repaired; traffic signs with self-cleaning systems; active nanomaterial for the reduction of combustion gases or to double the life of the pavement; roads that absorb NOx and generate energy for charging electric vehicles… to cite some) are aligned with the expectations that the most innovative sectors have placed in road infrastructure; or if we are prepared to favor new services that surely will completely modify the way we move.
It is not risky to affirm that the way we move, people and goods, is immersed in a deep process of reformulation. But so far, that process has been defined apart from the Road Industry, whose modus operandi, that might be too short-termism regarding the search for immediate profitability, limits to some extent its full involvement in this flow into the future.
The roads have not been an active part of either the big or the small revolutions already consolidated. It does not seem that they are going to participate in those that are to come either, although there begin to emerge initiatives –such as the Laboratory of Road Ideas- that look in that direction.
The road sector has not been present, but is it expected?